La verdad es que no voy a engañarnos y he decir que el viaje se me hizo largo. Sobre todo dos etapas: el vuelo de Ámsterdam a Ciudad de Panamá y el autobús de Ciudad de Guatemala a Santa Elena.
De todas maneras, el momento mas duro fue al salir de casa cuando me despedí de mi hermano en la plaza. Ese fue sin lugar a dudas el momento mas duro de la despedida. Una vez que llegué al aeropuerto, me tranquilicé un poco, hasta la despedida con mis padres. Luego, ya dentro de la zona internacional, la espera fue un poco amena, aunque no sin nervios ante lo que se iba a avecinar.
Subí al avión rumbo Ámsterdam y tras el desayuno, que me dieron nada mas subir prácticamente, conseguí dormir un poco, lo justo para que ese trayecto no se hiciera muy pesado. Desde el avión pude ver Ámsterdam nevado, y desde la pista de aterrizaje, un par de aguiluchos que se posaban a los costados de las pistas.
Tras la pertinente espera de 2 horas y media en las que caminé un poco, pase por aduanas, comí algo y visité el aeropuerto, pase el control rutinario para coger el avión rumbo Ciudad de Panamá. Me sorprendió la gran cantidad de indios y chinos (orientales mas bien, no sabría decir con exactitud de donde eran) que tomaban el avión rumbo a Panamá.
Las doce horas las pasé viendo películas, jugando al Backgamon, comiendo y medio dormitando a ratos. El avión estaba muy bien, era más grande que cualquiera de los que cogí la otra vez para cruzar y descruzar al “charco”. Además, tenía una pantallita individual con un mando y podía elegir entre un montón de películas, series, documentales, juegos, música, ect. En esas horas vi las películas. Distrito 9, Lluvia de albóndigas, Ángeles y Demonios y un documental. He de reconocer que en algún momento de cada película me dormí.
Y por fin aterricé en el aeropuerto internacional de Ciudad de Panamá donde el paisaje y el clima cambiaron completamente. Como no podía dar toques con mi móvil, encendí el portátil para dar señales de vida y para informar que todo iba según lo previsto via internet (gracias Jesús por la colaboración :D ).
Tras el último vuelo de dos horas hasta Ciudad de Guatemala, Gabriel, un chofer, me esperaba con su novia para recogerme y llevarme a la estación de la compañía Autobuses del Norte donde tomaría el autobús rumbo a Santa Elena. El avión fue según el horario previsto así que llegué pronto para tomar el autobús y me tocó esperar a mi solo (ya que Gabriel se fue) una hora y media con las maletas. Según estaba esperando de repente... ¡aparece un tío con un cacho de escopeta que te mueres! Era uno de seguridad, sin traje ni nada, debía ser un segurata a sueldo de la estación. Luego los he visto en muchos sitios, y claro, la primera vez acojona, pero luego uno (no se como) se acostumbras a verlos. El mismo tipo me paso un detector de metales por la cintura cuando subí al bus. ¿Sería para ver si alguien llevaba un arma? Ahí lo dejo…
Ese viaje fue horrible, tenía frío y estaba sudando, supongo que sería debido al cansancio acumulado de tantas horas de viaje. Conseguí dormirme a ratos pero iba justo detrás del conductor el cual llevaba la radio a tope. Al principio la música me gustaba, pero luego cogió un tono de iglesia y de cantos a Dios rollo pop que acabé odiando. A todo esto llevaba la mochila de equipaje de mano entre las piernas porque no me fiaba dejarla en los altillo del autobús por si acaso… ya que paramos un par de veces y no se para que, pero en una de ellas ví a un tipo que subía con una linterna a revisar el autobús. No se muy bien que andaba buscando… la cuestión es que la almohada hinchable que me regaló mi familia me vino de lujo en ese trayecto :-P.
Tras mas o menos 7 horas de viaje en este autobús (que dejaba a los autobuses de La Veloz como un superlujo) el conductor grito: ¡Santa Elena! Y me baje para ser acosado por una decena de taxistas que me ofrecian precios y destinos como si de un mercadillo se tratase. El cachondo de Mateo me dijo que me iría a recoger Luis, un taxista con un taxi de color rojo… y resulto que luego todos eran rojos, jajajaja, hasta los tuc-tucs (que ya pondré una foto de cómo son). A los 5 minutos un tipo grandote salio de un taxi, se dirigió hacia a mí y me dijo: ¿Sergio? Me tendió la mano, le saludé y me dijo: Mateo me mandó a buscarte. Y subí al taxi.
Tras 20-30 minutos (no recuerdo bien, yo en ese momento no era pesona) aparecimos en San Andrés, en la casa de Mateo que subió al taxi me saludo y me trajeron a la casa de Marina, mi casaaaaaaaaaaaaa.
Después de saludar a Marina, dormí un par de horas, desayuné y fui a la escuela a conocer a mis alumnos.
Y hasta aquí puedo escribir hoy. Creo que esta bien, ¿no? Aunque algun@ se haya quedado con las ganas de más.
Sólo decir que lleva todo el día lloviendo torrencialmente. Pero bueno, de todas maneras iba a decidar el día a preparar las clases, escribir en el blog, leer, ver series, etc. Ya haré turismo la semana que viene, cuando supongo que iré a conocer Flores.
Hoy para acabar, quiero presentaros un rinconcto de paz que he descubierto a escasos 50 metros de mi casa guatemalteca. Espero que os guste
Seguiremos informando.
p.d. ¿Será igual mentirosa la luna en el cielo que miro ahora? :-P
